En el último tiempo venimos observando que el término “viral” ha dejado de ser un fenómeno orgánico, espontáneo e impredecible propio del mundo digital. Se a convertido en una herramienta promocional excesivamente utilizada por marcas y creadores de contenido para llamar la atención. En sus inicios, la viralidad representaba el clímax del marketing digital: un momento en el que un contenido capturaba la atención masiva de manera inesperada. Desde los bailes de TikTok, pasando por los alfjores de Havanna hasta la Dyson Airwrap por citar algunos ejemplos. La viralidad se trataba de algo que no se podía predecir ni forzar, sino que surgía de la conexión emocional, el humor o el timing perfecto que tenía una marca para captar la atención de las audicencia.
Hoy, sin embargo, el término parece haber perdido su encanto. Frases como “el labial viral de TikTok” o “el serúm más viral del momento” se han convertido en un recurso cliché, más orientado a captar clics que a reflejar un auténtico fenómeno. Asemejandose a lo que ya todos conocemos como el fenómeno clickbait. Las expresiones mencionadas aplicadas a muchos rubros, más que despertar curiosidad, ahora generan escepticismo entre los consumidores, quienes reconocen que muchas veces la etiqueta “viral” no es más que una estrategia de marketing y no una validación orgánica.

Lo que ha sucedido con el término es que marcas y creadores de contenido han abusado de este término al punto de normalizarlo, desgastando su impacto y alejándolo de su verdadero significado. La viralidad, en esencia, no puede proclamarse; debe suceder: en el caso de un video alcanzar millones de reproducciones y en un producto romper records de ventas (la escasez planificada no aplica). Según un estudio de Nielsen, el 92% de los consumidores confía más en recomendaciones orgánicas que en campañas explícitas. Este dato subraya la importancia de volver a las raíces de la autenticidad y dejar que la viralidad sea el resultado, no el punto de partida.
La solución que encontramos de nuestro lado como profesional no radica en abandonar por completo el término, sino en utilizarlo con responsabilidad. En lugar de declarar algo como viral sin evidencia, los creadores y marcas deberían centrarse en generar contenido que verdaderamente conecte, inspire, aporte valor y convierta. Quizás, al abandonar la obsesión por lo “viral”, volvamos a encontrar el significado genuino que el término solía representar.